No Somos Santos Por Adoptar Un Niño Con Discapacidades
Escrito por Crystal Kupper para The Mighty
Tranducido por Alison González para
Defensores De La Vida
"Espera, ¿quieres decir que lo sabías? ¿Y todavía lo hiciste?Me sentí un poco incómoda frente a esta persona. "Bueno, ¿No lo harías si fuera tu hija?"La mujer me miró, con la boca ligeramente abierta.Espera, me dije. Aquí viene…Ella respiró hondo y comenzó a decir, como cientos de personas me han dicho en los últimos nueve meses: "¡Tú y tu esposo son unos santos!"La segunda pregunta que me hizo fue con relación a la adopción de Guyana, una pequeña belleza de 5 años de Armenia. Guyana nació con espina bífida, hidrocefalia y escoliosis congénita, junto con algunas otras sorpresas (como que su cuerpo casi no genera hormonas de crecimiento, lo que significa que a sus 6 años de edad tiene casi el mismo tamaño que sus robustos hermanos a los 15 meses). Ella no puede pararse por sí misma o caminar y requiere de atención médica todo el tiempo.Nick y yo somos jóvenes, educados, de clase media, viajamos mucho y tenemos muchas oportunidades por delante. Como familia perteneciente a la Fuerza Aérea, raramente vivimos cerca de nuestras familias, nos movemos mucho y ocasionalmente tenemos que lidiar con meses de despliegues y viajes frecuentes en donde Nick se va por semanas. Los dos disfrutamos de carreras de larga distancia y somos muy activos (¡Nick sueña con competir en la American Ninja Warrior algún día!). Además, la adopción terminó con nuestros ahorros. Sin mencionar que ya estábamos muy ocupados con nuestros tres pequeños niños de entre 3 y 8 años antes de sumar a Guyana como miembro de nuestra familia. Éramos conscientes de sus muchas condiciones físicas y del compromiso de por vida que podría conllevar.Todos estos hechos sumados, resultaron en una adulación inmerecida cuando la gente escucha nuestra historia. La gente simplemente no puede comprender la decisión que voluntariamente hicimos y por el estilo de vida por el que optamos. Debería de estar acostumbrada a esto ahora; vi cómo mis propios padres recibían elogios cuando adoptaron a mis hermanas. Pero yo no quiero que sea así, y aquí está la razón:Comencemos con lo obvio: Nick y yo somos humanos con muchos defectos. Discutimos sobre cómo disciplinar a los niños, a veces gritamos cuando perdemos el temperamento, olvidamos pedir la referencia de nuestro seguro antes de llevar a Guyana con un especialista, su ternura no siempre compensa nuestra impaciencia, no hablamos armenio, nunca antes habíamos adoptado y realmente somos unos novatos sobre la espina bífida.Pero más allá de eso, estábamos aterrorizados, por varias razones, de adoptar a Guyana.Desde el principio, Nick y yo sabíamos en lo profundo de nuestras almas que, tal como estábamos hechos el uno para el otro, Guyana debía estar en nuestra familia. Pero eso no significa que todo fue fácil.Pues si, hemos sentido miedo, pero por no estar preparados (porque todo padre biologico o adoptivo no lo está) y tampoco por las condiciones médicas de Guyana y lo que acarrean, sino que teníamos miedo de no ser suficiente para ella.La verdad es que estábamos arruinados, éramos un desastre… éramos imperfectos humanos tratando de ser mejores. Nick y yo dijimos que sí mientras sentíamos el peso del miedo dentro de nosotros. Seguimos avanzando, seguimos intentando, seguimos aprendiendo, seguimos mejorando porque sabíamos que si nos rendíamos o si dejábamos pasar más tiempo, el remordimiento nos perseguiría mucho más que cualquier otro error que pudiéramos haber cometido con Guyana.Y todos los que nos han dicho que somos unos santos, y que ellos nunca podrían hacer lo que hicimos, les digo que sí pueden. Cuando las personas nos ponen en un pedestal por haber adoptado a un niño con discapacidades, realmente se están dando permiso para no hacer lo mismo. En realidad, se están excusando de tomar el camino difícil: "Bueno, sólo santos como Nick y Crystal adoptan, y como yo no soy santo, supongo que eso significa que no tengo que hacerlo, pues en realidad no puedo hacerlo"Y ahí radica la peor frustración: al llamarnos santos, las personas en realidad están cerrando las puertas a su propio potencial, y a cualquier niño que un día podría bendecirlos más de lo que alguna vez creyeron posible.
"Espera, ¿quieres decir que lo sabías? ¿Y todavía lo hiciste?
Me sentí un poco incómoda frente a esta persona. "Bueno, ¿No lo harías si fuera tu hija?"
La mujer me miró, con la boca ligeramente abierta.
Espera, me dije. Aquí viene…
Ella respiró hondo y comenzó a decir, como cientos de personas me han dicho en los últimos nueve meses: "¡Tú y tu esposo son unos santos!"
La segunda pregunta que me hizo fue con relación a la adopción de Guyana, una pequeña belleza de 5 años de Armenia. Guyana nació con espina bífida, hidrocefalia y escoliosis congénita, junto con algunas otras sorpresas (como que su cuerpo casi no genera hormonas de crecimiento, lo que significa que a sus 6 años de edad tiene casi el mismo tamaño que sus robustos hermanos a los 15 meses). Ella no puede pararse por sí misma o caminar y requiere de atención médica todo el tiempo.
Nick y yo somos jóvenes, educados, de clase media, viajamos mucho y tenemos muchas oportunidades por delante. Como familia perteneciente a la Fuerza Aérea, raramente vivimos cerca de nuestras familias, nos movemos mucho y ocasionalmente tenemos que lidiar con meses de despliegues y viajes frecuentes en donde Nick se va por semanas. Los dos disfrutamos de carreras de larga distancia y somos muy activos (¡Nick sueña con competir en la American Ninja Warrior algún día!). Además, la adopción terminó con nuestros ahorros. Sin mencionar que ya estábamos muy ocupados con nuestros tres pequeños niños de entre 3 y 8 años antes de sumar a Guyana como miembro de nuestra familia. Éramos conscientes de sus muchas condiciones físicas y del compromiso de por vida que podría conllevar.
Todos estos hechos sumados, resultaron en una adulación inmerecida cuando la gente escucha nuestra historia. La gente simplemente no puede comprender la decisión que voluntariamente hicimos y por el estilo de vida por el que optamos. Debería de estar acostumbrada a esto ahora; vi cómo mis propios padres recibían elogios cuando adoptaron a mis hermanas. Pero yo no quiero que sea así, y aquí está la razón:
Comencemos con lo obvio: Nick y yo somos humanos con muchos defectos. Discutimos sobre cómo disciplinar a los niños, a veces gritamos cuando perdemos el temperamento, olvidamos pedir la referencia de nuestro seguro antes de llevar a Guyana con un especialista, su ternura no siempre compensa nuestra impaciencia, no hablamos armenio, nunca antes habíamos adoptado y realmente somos unos novatos sobre la espina bífida.
Pero más allá de eso, estábamos aterrorizados, por varias razones, de adoptar a Guyana.
Desde el principio, Nick y yo sabíamos en lo profundo de nuestras almas que, tal como estábamos hechos el uno para el otro, Guyana debía estar en nuestra familia. Pero eso no significa que todo fue fácil.
Pues si, hemos sentido miedo, pero por no estar preparados (porque todo padre biologico o adoptivo no lo está) y tampoco por las condiciones médicas de Guyana y lo que acarrean, sino que teníamos miedo de no ser suficiente para ella.
La verdad es que estábamos arruinados, éramos un desastre… éramos imperfectos humanos tratando de ser mejores. Nick y yo dijimos que sí mientras sentíamos el peso del miedo dentro de nosotros. Seguimos avanzando, seguimos intentando, seguimos aprendiendo, seguimos mejorando porque sabíamos que si nos rendíamos o si dejábamos pasar más tiempo, el remordimiento nos perseguiría mucho más que cualquier otro error que pudiéramos haber cometido con Guyana.
Y todos los que nos han dicho que somos unos santos, y que ellos nunca podrían hacer lo que hicimos, les digo que sí pueden. Cuando las personas nos ponen en un pedestal por haber adoptado a un niño con discapacidades, realmente se están dando permiso para no hacer lo mismo. En realidad, se están excusando de tomar el camino difícil: "Bueno, sólo santos como Nick y Crystal adoptan, y como yo no soy santo, supongo que eso significa que no tengo que hacerlo, pues en realidad no puedo hacerlo"
Y ahí radica la peor frustración: al llamarnos santos, las personas en realidad están cerrando las puertas a su propio potencial, y a cualquier niño que un día podría bendecirlos más de lo que alguna vez creyeron posible.
"Espera, ¿quieres decir que lo sabías? ¿Y todavía lo hiciste?
Me sentí un poco incómoda frente a esta persona. "Bueno, ¿No lo harías si fuera tu hija?"
La mujer me miró, con la boca ligeramente abierta.
Espera, me dije. Aquí viene…
Ella respiró hondo y comenzó a decir, como cientos de personas me han dicho en los últimos nueve meses: "¡Tú y tu esposo son unos santos!"
La segunda pregunta que me hizo fue con relación a la adopción de Guyana, una pequeña belleza de 5 años de Armenia. Guyana nació con espina bífida, hidrocefalia y escoliosis congénita, junto con algunas otras sorpresas (como que su cuerpo casi no genera hormonas de crecimiento, lo que significa que a sus 6 años de edad tiene casi el mismo tamaño que sus robustos hermanos a los 15 meses). Ella no puede pararse por sí misma o caminar y requiere de atención médica todo el tiempo.
Nick y yo somos jóvenes, educados, de clase media, viajamos mucho y tenemos muchas oportunidades por delante. Como familia perteneciente a la Fuerza Aérea, raramente vivimos cerca de nuestras familias, nos movemos mucho y ocasionalmente tenemos que lidiar con meses de despliegues y viajes frecuentes en donde Nick se va por semanas. Los dos disfrutamos de carreras de larga distancia y somos muy activos (¡Nick sueña con competir en la American Ninja Warrior algún día!). Además, la adopción terminó con nuestros ahorros. Sin mencionar que ya estábamos muy ocupados con nuestros tres pequeños niños de entre 3 y 8 años antes de sumar a Guyana como miembro de nuestra familia. Éramos conscientes de sus muchas condiciones físicas y del compromiso de por vida que podría conllevar.
Todos estos hechos sumados, resultaron en una adulación inmerecida cuando la gente escucha nuestra historia. La gente simplemente no puede comprender la decisión que voluntariamente hicimos y por el estilo de vida por el que optamos. Debería de estar acostumbrada a esto ahora; vi cómo mis propios padres recibían elogios cuando adoptaron a mis hermanas. Pero yo no quiero que sea así, y aquí está la razón:
Comencemos con lo obvio: Nick y yo somos humanos con muchos defectos. Discutimos sobre cómo disciplinar a los niños, a veces gritamos cuando perdemos el temperamento, olvidamos pedir la referencia de nuestro seguro antes de llevar a Guyana con un especialista, su ternura no siempre compensa nuestra impaciencia, no hablamos armenio, nunca antes habíamos adoptado y realmente somos unos novatos sobre la espina bífida.
Pero más allá de eso, estábamos aterrorizados, por varias razones, de adoptar a Guyana.
Desde el principio, Nick y yo sabíamos en lo profundo de nuestras almas que, tal como estábamos hechos el uno para el otro, Guyana debía estar en nuestra familia. Pero eso no significa que todo fue fácil.
Pues si, hemos sentido miedo, pero por no estar preparados (porque todo padre biologico o adoptivo no lo está) y tampoco por las condiciones médicas de Guyana y lo que acarrean, sino que teníamos miedo de no ser suficiente para ella.
La verdad es que estábamos arruinados, éramos un desastre… éramos imperfectos humanos tratando de ser mejores. Nick y yo dijimos que sí mientras sentíamos el peso del miedo dentro de nosotros. Seguimos avanzando, seguimos intentando, seguimos aprendiendo, seguimos mejorando porque sabíamos que si nos rendíamos o si dejábamos pasar más tiempo, el remordimiento nos perseguiría mucho más que cualquier otro error que pudiéramos haber cometido con Guyana.
Y todos los que nos han dicho que somos unos santos, y que ellos nunca podrían hacer lo que hicimos, les digo que sí pueden. Cuando las personas nos ponen en un pedestal por haber adoptado a un niño con discapacidades, realmente se están dando permiso para no hacer lo mismo. En realidad, se están excusando de tomar el camino difícil: "Bueno, sólo santos como Nick y Crystal adoptan, y como yo no soy santo, supongo que eso significa que no tengo que hacerlo, pues en realidad no puedo hacerlo"
Y ahí radica la peor frustración: al llamarnos santos, las personas en realidad están cerrando las puertas a su propio potencial, y a cualquier niño que un día podría bendecirlos más de lo que alguna vez creyeron posible.
Comments
Post a Comment