Niña no deseada a comunidad Pro-Elección: ¡No me usen para justificar el aborto!
Escrito por Rosa Hopkins, Vice-presidente @ Defensores de la Vida
Mis padres tuvieron un matrimonio difícil. Diez años de berrinches, hijos pequeños, peleas y luchas de culturas y personalidades, los problemas hervían hasta el punto del rompimiento. Mi madre tenía planes de irse cuando comenzó a sentirse enferma. Un año antes, su vejiga había sido removida y en los años 70s, una incisión de 18 pulgadas tomaba largo tiempo en sanar.
Apenas era soportable.
A la primera señal de alarma ella siempre pensaba que era algo relacionado con la digestión, pero su doctor insistió en que se hiciera una prueba de embarazo. Ella tenía su primer y segundo hijos de siete y ocho años, y no tenía planes en lo absoluto de tener otro hijo.
El divorcio estaba en el horizonte y había una posibilidad de trabajo en la oficina de correo local que estaba contratando.
Un bebé no era lo que mi madre quería, y sin embargo, el doctor confirmó que yo no era un cálculo renal, sino una nueva vida que crecía, se movía y se expandía en su vientre. Yo estaba ahí, pero no sé cómo fue exactamente la conversación.
La noción de dejar a mi papá se fue por las células que se dividían y multiplicaban rápidamente bajo tejido flexible con terminaciones nerviosas adherido al cordón umbilical. El sentimiento de ser una carga, tanto dentro como fuera del vientre, creció más pesado con el tiempo.
Ella comentó con mi padre la idea del aborto.
Él era ateo, pero hizo lo que muchos Cristianos no hacen –dijo que el aborto no estaba bien. Y con eso, mi vida se salvó. Sin embargo, las actitudes que generalmente justifican el aborto, como lo afirma la comunidad pro elección, no estaban enterradas tan lejos de la superficie
Conforme creía, sentía que no podía hacer nada bien. Sentía que de alguna manera estaba sola en esta vida y eso hacía que los problemas que tenía del exterior se hicieran inconmensurables. Yo era la “razón” por la que todo era terrible, y como buen chivo expiatorio, yo llevaba la responsabilidad por los pecados de los demás. La ira de mi madre era imposible de predecir y yo siempre tenía que checar su humor antes de entrar a una habitación donde ella estuviera, de la misma manera que se checa la temperatura antes de salir.
Yo era la válvula de escape para las tensiones que se acumulaban bajo una fachada suburbana de rostros sonrientes que exhibía al mundo exterior. Por dentro, yo estaba rota. A menudo contemplé el suicidio, pero me prometí esperar hasta los veintiuno para decidir si la vida valía la pena. Después de todo, a los trece, mi destino aún no estaba decidido, pues no podía ni casarme ni manejar, ni trabajar, ni vivir independientemente.
La escuela fue una pesadilla y sufrí bullying severamente. No era poco común que yo fuera blanco de altercados físicos con los chicos mientras trataba de beber agua del bebedero. Mi autoestima tambaleaba. Frecuentemente me preguntaba por qué había nacido. Tenía el profundo sentimiento de que nadie me quería alrededor. Continuamente me cuestionaba qué estaba mal en mí que me hacía indigna de amor.
Yo sabía que nunca quería tener hijos propios. Pensaba que los niños eran molestos y tontos y un fastidio para todos alrededor de ellos. Conocí a mi novio en la preparatoria y nos casamos a la edad de 21 años en el año 2000.
Entré al mundo corporativo y construimos nuestro primer hogar cuando yo tenía 22. A pesar de nuestra bella vida juntos, mi matrimonio empezó a quebrarse. Mi esposo y yo peleábamos continuamente, y la existencia pacífica que tanto había soñado, volvió a eludirme.
Después de cuatro años y una operación de vejiga, busqué el divorcio y vendí mi hermosa casa. No quise ir a casa de mis padres y no tenía amigos, así que terminé en un refugio para mujeres y niños sin hogar.
Era una casa victoriana con alarma de seguridad y clave para entrar y salir. Compartí habitación con una joven mujer y su pequeño hijo. Moretones en sus brazos y garganta marcaban la existencia de odio, y sus heridas contaban una historia de ira y abuso. Otra mujer mayor y su hijo de diez años también se nos unió. Misma situación, menos dramática.
Era difícil dormir con las sirenas de policía y los vecinos y sus fiestas. Aún así, al día siguiente salí a buscar trabajo y fui contratada en dos empleos.
Con el tiempo, mi esposo y yo nos reconciliamos y nuestro gastado matrimonio se recuperó dolorosamente, como si se pegaran los pedazos con pegamento de manera tentativa. Compramos otra casa y estuvimos a disgusto por otros años. Vendimos la segunda casa y compramos una tercera cerca de su trabajo.
Una noche, escuché a un predicador decir que todos hemos pecado y no hemos sido merecedores de la gloria de Dios. Yo sabía que era mentirosa y obsesiva con el dinero, pero no había pensado que mereciera el infierno por mi estilo de vida. El hombre dijo que romper cualquiera de los diez mandamientos u otras regulaciones nos enviaría al infierno, robar, cometer adulterio, odiar al vecino, idolatría, no observar el Sábado, o faltar al respeto a nuestros padres.
Supe que estaba en peligro de tormento eterno y deseé reconciliarme con Dios. Puse mi fe en Jesús como único medio de salvación y le pedía a Él que esa noche me salvara.
Volví a nacer.
El año fue 2008, y nueve meses después, me enfermé con varias complicaciones de salud que me causaron estar en cama casi todo el tiempo. Dios cuidó de mi esposo y de mi durante ese tiempo. Reordenamos nuestras vidas para servir a Dios. Un año después, cuando me recuperé, abrí las puertas de mi casa como hogar sustituto, y fui voluntaria en una escuela privada Cristiana, con el grupo de preescolar.
En 2010, Dios me inspire para escribir canciones evangélicas, y en 2012, comencé a grabar mi primer disco con Joe. En 2014, mi álbum estaba terminado y lo tocaban en estaciones evangélicas country a lo largo del país. Me embaracé con mi bebé milagro ese mismo año, y en 2015, Ruby Alice Joy nació, algo que no habría sido posible si yo no hubiese nacido.
En diciembre de 2015, lancé un álbum de Navidad de dos discos que también se tocó en estaciones evangélicas country, y tuve conferencias de prensa y promocionales para la organización Hoosiers por la Vida en Indiana, mientras ellos intentaban apoyar la iniciativa de la “Ley del Latido” en Indiana en su legislatura 2015-2016. Aunque ese intento no fructificó, conocí a muchos jugadores clave ese año, incluyendo a la autora de la iniciativa, Janet Folger Porter y nos hicimos amigas.
En 2016, fue co anfitriona en un programa de radio, El show de Joe y Rosa en Richmond, Virginia SDZY AM & FM, la estación Cristiana más grande del estado, con más de 50 condados y partes de Ohio y Kentucky.
Entrevisté personas de todos tipos de vida, quienes habían tenido abortos, o que habían concebido a sus hijos en violación, o que habían sido concebidos en violación. Platicamos con invitados que habían nacido con discapacidades fetales, o que habían elegido la vida de sus hijos a pesar de esas circunstancias. Compartimos historias para empoderar a las mujeres en el área de Huntington para que tuvieran a sus bebés y se encontraran a sí mismas en medio de un embarazo de crisis.
Hoy soy la anfitriona de Gutsy Christianity, un programa sindicado en cuatro ciudades y ocho estaciones, que lleva mensajes bíblicos de algunos de los nombres más grandes en el ámbito cristiano.
Mis escritos se han publicado en el Huffington Post, y he escrito historias de triunfo de la vida sobre la obscuridad del aborto en las personas que han escogido la vida. Mi esposo y yo intentamos sin éxito introducir una iniciativa de “Ley de Latido” en el estado en el que vivíamos, y apoyamos la “Ley de Protección al Latico” a nivel federal apareciendo personalmente en una sesión del congreso en Washington, D.C. También usamos nuestro programa de radio para pedir a los votantes de tres estados que llamaran a sus representantes y pidieran que firmaran o apoyaran la iniciativa.
Mis artículos en varios temas se han impreso en el Baltimore Sun, El Cumberland Times, el Hampshire County Herald, la Bedford Gazette, y más sitios de noticias. Soy una cantante evangélica que ha escrito más de 1000 canciones, y toco la guitarra, el bajo, el ukulele, la armónica, la mandolina y algo de violín y piano. He conducido entrevistas al aire en estaciones de radio en diversos estados.
Inclusion, he ofrecido mis primeros dos álbumes en línea de manera gratuita, porque cada uno contiene un mensaje de salvación. Mi esposo y yo tocamos en conciertos en escuelas, grupos de jóvenes, y asilos de ancianos, llevando la buena nueva del reino, abrazos y saludos de mano a personas de todas las edades. También escribo devocionales sobre temas bíblicos en línea en mi página personal y en mi página de Facebook: www.facebook.com/rosahopkinswriting
Yo se que está de moda en estos días decir que los niños no deseados estarían mejor siendo abortados porque no sabrán que no eran deseados. Es cierto que yo no sentí que mi vida tuviera valor o que yo debía haber nacido, y que sufrí inconmensurablemente por eso. Es cierto que yo no tenía autoestima y que era repetidamente la víctima de abuso de mis compañeros de clase, e incluso víctima de violación a los 15 años por un chico de mi cuadra.
Es cierto que me decían apodos y que desarrollé una mentalidad de huérfana, y es cierto que sufrí laceraciones en mi alma. Es cierto que la mentalidad del aborto causa consecuencias devastadoras y que sufrí depresión y ansiedad por la sola idea de que mi existencia era la elección de alguien, quizás tomada involuntariamente.
Lo que no es cierto, sin embargo, es que las personas puedan jugar a ser Dios, decidiendo quién vive y quién muere. No es cierto que alguien tenga el derecho de tomar la vida de alguien más, y ser no deseado no es causa para quitarle a nadie la vida, la propiedad o la posibilidad de buscar la felicidad que nuestra Constitución establece. Este pensamiento tendría un aberrante sentido si alguno de nosotros en algún momento de nuestras existencias nos volviéramos no deseados.
Si nos volvemos viejos y no deseados, ¿entonces qué? ¿Qué tal si no somos atractivos o somos una carga? ¿Qué tal si no somos considerados lo suficientemente valiosos para seguir en la tierra? ¿Acaso eso le da derecho a otros a matarnos?
No se ustedes, pero yo prefiero no averiguarlo. Prefiero creer que todos somos dotados por el Creador con el derecho a vivir y a alcanzar nuestros destinos pues Él nos da el poder de hacerlo. Prefiero creer que todos los seres humanos son creados iguales y no sólo los que son deseados.
Proclamar una sentencia de muerte sobre casi un millón de niños por año sobre la base de que no son deseados es equivalente a decir que se puede matar a quien sea por cualquier razón. Una sociedad peligrosa y violenta no puede ser responsable ni de la paz y seguridad de sus miembros “deseados” cuando este pensamiento es su base.
Así que, por favor, no me usen o a gente como yo para proclamar “compasión” por los no deseados diciendo que estaríamos mejor en el fondo de una bolsa de desechos orgánicos que se pudrirá en un basurero. No pretendan que les importa el dolor que los no planeados diciendo que serían más felices si no hubieran nacido.
Estoy aquí para decirles que eso es absolutamente falso.
Estoy agradecida de estar aquí cada día que Dios me concede respirar. Estoy agradecida de que mi hija esté aquí, pues su vida fue salvada también, ya que el aborto termina con generaciones enteras como una vela que se extingue en el viento. La cuota de muerte es más grande de lo que sabemos, por todos los 60, 000,000 de vidas perdidas, desde Roe V. Wade, muchas habrían sido padres, abuelos, bisabuelos y así sucesivamente.
Tenemos un verdadero holocausto en nuestra tierra.
Ser no deseado es parte de la historia, pero no es toda. Nosotros podemos vencer los obstáculos, con la gracias de Dios, podemos perdonar a aquellos que nos han lastimado. Podemos llevar nuestras cruces con Su fuerza y podemos atravesar lo que sea con Él a nuestro lado.
Nuestros padres no pueden decidir si somos queridos. Dios lo hace. Él es el Único que crea vida. Él es el Único que termina la vida. No nosotros ni nuestras madres ni nuestros padres. Dios y sólo Dios. Es Él a quien debemos temer. Es Él a quien debemos responder. Escojamos sabiamente nuestras palabras y nuestras acciones.
Rosa A. Hopkins es cantante de canciones, soñadora de sueños y escritora de palabras; hija de un Rey, gloriosamente salvada. Es anfitriona de un programa de radio sindicado que puede encontrarse en www.gutsychristianity.com y www.facebook.com/rosahopkinswriting. Ella vive en las Colinas de Appalachia con su esposo, bebé milagro, un Jack Russell y un perro sin forma llamado Lou. Ella odia el café y piensa que sus propios chistes son hilarantes.
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