Las gemelas Farden, nacidas a las 26 semanas, celebran su primer cumpleaños
Por Kyla Farden, la mamá de las gemelas
El 19 de julio del año pasado, me dijeron que tenía que tener reposo absoluto porque mi cérvix se estaba encogiendo. Una semana más tarde, después de mi cita con los especialistas, me admitieron en el hospital para trabajo de parto. Tuve que quedarme ahí, en la sala de anteparto, hasta que hubiera un cuarto para mí. Tres días después me asignaron el cuarto en el que viví hasta que las gemelas llegaron.
Sólo tenía 21 semanas de embarazo cuando me enteré del horripilante término, “viabilidad.” Sabía que tenía que mantener a mis bebés al menos otras tres semanas dentro de mí para darles una oportunidad. Ese pensamiento me aterraba cada segundo de cada día. Mi esposo comenzó a contar los días de hospital, y cada día que cambiábamos el número nos demostrábamos que lo habíamos logrado por otro día más. ¡Cada día cuenta cuando están creciendo los bebés! Las enfermeras monitoreaban los corazones de Bebé A y Bebé B dos veces por día. Cuando el embarazo no está tan avanzado, esta tarea se vuelve todo un reto. Mis hijas nadaban en mi vientre, pero después de algunos minutos de buscar el latido, oíamos por fin ese sonido tranquilizador; el corazón de nuestras bebés, nuestro recordatorio diario de por qué estábamos luchando.
Conforme pasaban los días, las enfermeras se convirtieron en nuestra familia y las gemelas fueron conocidas como “Elliott Woods” (Bebé A) y “Georgia Jane” (Bebé B). Las semanas pasaron y Elliott no parecía crecer como Georgia. Tres veces por semana se monitoreaba el flujo por el cordón umbilical. Día tras día yo escuchaba “Bebé A aún no está creciendo y seguimos viendo poco flujo de la placenta al bebé por el cordón umbilical”. Cada mañana, antes de irse al trabajo, mi esposo se arrodillaba junto a mi cama, tomaba mi mano y orábamos junto con las niñas. Era algo que nos unía y sabíamos que esta situación era más grande que nosotros. Sabíamos que teníamos que dejarlo en manos de Dios y ver a dónde nos llevaba.
Logramos llegar a las 26 semanas; esa había sido nuestra meta según los especialistas. Las estadísticas mejoraban drásticamente si podíamos llegar a esa fecha. El viernes hicieron medidas a las bebés para ver su crecimiento y rezábamos que Ellie hubiese tenido progreso.
La noche del lunes, a las 26 semanas con un día, nos llevaron a trabajo de parto. Una enfermera dijo que no le gustaba la desaceleración del ritmo cardíaco que había observado durante la noche. Nunca olvidaré el sonido del corazón de Ellie haciéndose más lento y sólo rezaba con todas mis fuerzas que volviera a acelerarse. Cuando Cole me llevaba en silla de ruedas a la nueva habitación, sabía que las cosas se iban a poner difíciles. Sin embargo, durante la noche, los latidos de Ellie y Georgia fueron fuertes y regulares. Llamé a mis padres para darles la Buena noticia en la mañana. Se pusieron en camino al hospital , lo que se convirtió en lo “nuevo normal” para nosotros.
Todos estábamos sentados platicando, cuando tres enfermeras entraron corriendo. Sabía que esto era una mala señal. El corazón de Ellie había descendido en ritmo por debajo de lo normal, tres veces seguidas. Mi doctor entró inmediatamente. Sabíamos que era la hora, hoy nacerían nuestras bebés.
Me llevaron a la sala de operaciones y una hora después, mis dos ángeles llegaron. Elliot pesaba una libra y 7 onzas y medía 13 pulgadas. Georgia pesaba 2 libras y 2 onzas y medía 13 pulgadas con ¾. Ellie fue entubada en la sala de operaciones, y Georgia duró cuatro horas sin entubar hasta que su cuerpo se cansó.
Nuevamente pasaron semanas mientras veía a mis niñas luchar más duro de lo que pensé posible. Las enfermeras de la UCIN se volvieron como familia y yo confiaba en ellas con todo mi corazón. Ellas cuidaban a mis niñas cuando yo no estaba ahí. Yo motivaba a Georgia a que ganara peso y logró reducir su necesidad de soporte de oxígeno.
Rápidamente empezó a alimentarse con biberón después de 65 días. Llegó a casa el 2 de noviembre. Ese día fue el más duro de mi vida, incluyendo el día que me fui del hospital sin mis hijas. Me rompió el corazón empacar para una bebé y tener que dejar a la otra. Sentí que me estaba llevando a la única familia que Ellie tenía en el hospital cuando yo no estaba ahí. Estaba oficialmente sola en la UCIN y eso fue lo más duro que he pasado. Los días pasaron mientras Elliebatallaba para reducir el soporte de oxígeno y coordinar como respirar mientras tomaba biberón. Las enfermeras y terapistas fueron santos y trabajaron duro con Ellie. El día de acción de gracias por la mañana, me despertó la llamada de mi neonatóloga favorita. Me dijo que cómo me sentíría si Ellie se fuera a casa el día siguiente. Yo había esperado 88 largos días para oír esas palabras. En el día 89 tuve a mis dos ángeles conmigo.
Rápidamente empezó a alimentarse con biberón después de 65 días. Llegó a casa el 2 de noviembre. Ese día fue el más duro de mi vida, incluyendo el día que me fui del hospital sin mis hijas. Me rompió el corazón empacar para una bebé y tener que dejar a la otra. Sentí que me estaba llevando a la única familia que Ellie tenía en el hospital cuando yo no estaba ahí. Estaba oficialmente sola en la UCIN y eso fue lo más duro que he pasado. Los días pasaron mientras Elliebatallaba para reducir el soporte de oxígeno y coordinar como respirar mientras tomaba biberón. Las enfermeras y terapistas fueron santos y trabajaron duro con Ellie. El día de acción de gracias por la mañana, me despertó la llamada de mi neonatóloga favorita. Me dijo que cómo me sentíría si Ellie se fuera a casa el día siguiente. Yo había esperado 88 largos días para oír esas palabras. En el día 89 tuve a mis dos ángeles conmigo.
Éramos una familia de cuatro, juntos de nuevo.
Mis doctores me preguntaron en más de una ocasión si estaba interesada en una “Terminación selectiva.” Como doctores, tenían que asegurarse de que yo supiera todas mis opciones, así que no los juzgo. Cuando tienes dos bebés creciendo dentro de ti, uno que va muy bien y el otro que le cuesta trabajo, continuar el embarazo de ambos es riesgoso. Ellas compartían una placenta, así que si algo le pasaba a una bebé, también le pasaría a la otra. Cada vez que me hacían esa pregunta, yo automáticamente les respondía
“Yo no soy Dios. Él decidirá lo que pase, no yo.” “Estoy feliz de haber dejado que mi fe y no mi miedo me guiara, o mi adorada Ellie no estaría aquí hoy. Sin embargo, me hace preguntarme sobre todas aquellas mamás que han abortado a uno de sus hijos, pensando que no tenían otra opción. Dios está en control, es nuestro trabajo luchar tan duro como podamos por nuestros bebés.”
No pasa un solo día en que no cuente mis bendiciones y agradezca por todo a Dios. Él puso a los profesionales de la salud en mi camino por una razón. Ellos amaron y cuidaron de nosotros asombrosamente. Todo lo que ellos hicieron por nosotros siempre será algo que no puedo describir con palabras. Siento tanta gratitud y aprecio por ellos. Sin ellos, nuestro camino habría sido totalmente diferente, y estoy agradecida de que no fue así.
¡El 29 de agosto de este año, nuestras guerreras prematuras cumplen un año!
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