Los hombres también lamentan la paternidad perdida: el testimonio de Kevin




Crecí en una familia de 7.  Cuando mi mamá decidió interrumpir su carrera profesional para criarnos, ella decidió poner una guardería. Prácticamente todo el tiempo había por lo menos 15 niños en nuestra casa.  No es necesario decir, que nosotros tuvimos mucha socialización, ¡y nos encantaba!  Yo siempre supe, desde temprana edad, que quería ser un padre algún día.

Mis padres me inculcaron fuertes valores familiares.  Éramos una familia muy unida.  Cuando me gradué de preparatoria, habría deseado conocer a alguien con quien pudiera compartir el resto de mi vida.  Desafortunadamente, las cosas no salieron como lo planeaba. Las cosas parecían ir demasiado despacio; mi impaciencia crecía y también mi deseo de compañía.  Pensé que tal vez mis estándares eran demasiado altos, así que los bajé.  Me convertí en una persona manipulable, y por mi buena naturaleza, con frecuencia se aprovechaban de mí.
En 2001 me reencontré con un antiguo amor con quien había estudiado la preparatoria.  Ella se había divorciado recientemente y tenía 3 hijos con su ex esposo.  Después de un par de meses de platicar, decidimos empezar a salir juntos de nuevo.  Yo pensé que finalmente había encontrado al “amor de mi vida”.  Al paso del tiempo empecé a cuestionármelo, pero me empeciné en quedarme con ella.  ¿Qué tal si no volvía a tener otra oportunidad?

Estuvimos juntos por más de un año y medio y vivíamos juntos cuando nos enteramos que ella tenía 8 semanas y media de embarazo. Iba a ser padre y estaba muy emocionado.  En las siguientes semanas comenzamos a hablar del bebé y de comprarle cosas.  Empezamos a discutir planes para instalar un cuarto de bebé.  Realmente íbamos a tener un bebé; yo no podía estar más emocionado y pensé que ella se sentía igual.

Aproximadamente en la semana 19, las cosas cambiaron drástica e inesperadamente para mal. De la nada ella me dijo que decidió abortar al bebé y que recordó que mi opinión al respecto no tenía ninguna importancia.

La siguiente semana le supliqué, incluso le ofrecí criar solo al bebé. Ella se negó a escuchar todo lo que yo tenía que decir. El día antes del procedimiento, me contactó y tuvo el descaro de pedirme que la llevara a la clínica.  Yo le dije firmemente ¡“No”!  Yo no pensaba ser un cómplice en la muerte de mi hijo. No podría jamás vivir con la sangre de mi hijo en mis manos.

Días después me dijo como si nada “Está hecho y era un varón”.  Yo estaba en shock, destrozado y enfurecido.  Le di 24 horas para irse.  Simplemente no podía mirarla, sabiendo lo que había hecho. Me aferré a ese enojo y tristeza por mucho tiempo.

Casi un año después de ese trágico evento, tuve la buena suerte de conocer a Kristine.  Hemos estado juntos desde entonces. Ella es el amor de mi vida, hemos estado casados por 9 años y contando.  Juntos hemos sido bendecidos con tres maravillosos hijos.  Hemos construido una vida tan satisfactoria.  

Los defensores del aborto tratan a los hombres como si fuesen ajenos, a menos que condonemos la muerte de nuestros hijos si la madre lo cree adecuado.  Nos orillan al silencio, y a sentirnos impotentes y solos.  Nuestro dolor es ignorado, cuando en realidad, los hombres sentimos un inmenso dolor también. Ya sea que lo hayamos apoyado o no, tenemos nuestros propios de demonios contra los cuales luchas después de que el aborto ocurre.

Como un padre post-abortivo, desearía la oportunidad de ser escuchado.  Desearía que un defensor pro-vida hubiera peleado junto a mí por la vida de mi hijo.  Cuando uno está tan inmerso en algo, se Vuelve difícil ser objetivo.  Yo necesitaba alguien que me ayudara a explorar mis sentimientos; alguien que fuese una caja de resonancia y una voz de la razón; alguien que me ayudase en mi sanación y cierre cuando mis esfuerzos eran en vano.  Desearía haber tenido la oportunidad de perdonar a la madre de mi hijo, pero ahora está fuera de mi control.  Me descargué contra su familia; se tornó todo tan mal, que hasta su hermana puso una orden de restricción en mi contra porque yo seguía llamándola pidiéndole una explicación.  Nunca supe qué le hizo cambiar de opinión de improviso.  Aunque aún extraño y lamento la pérdida de mi hijo, quien tendría 14 este año, me he dado a mí mismo permiso de disfrutar los tres milagros que sí tengo en la Tierra.

Padres, siempre hablen por sus hijos no nacidos, sin importar que tan inútil parezca. Al menos así, nunca tendrán que mirar atrás y decir “No lo intenté”.


escrito por Feleica Langdon, Presidenta de Life Defenders

traducido por Ana Correa para Defensores De La Vida

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